“En
un pétalo de viento
tu
dulce nombre escribí,
como
era aroma del viento,
con
el viento lo perdí”
Edgar
Morisoli
Un fantasma bailarín.
Una danza imperiosa por alcanzar la vida. Del objeto inanimado a la
ansiada vida. Vida, vida. Muerta pero con vida. ¡Cómo baila ese
tango infernal!
Tal vez su constitución
molecular lleve consigo, en lo más profundo, algo que en algún
momento fue danza. Un neutrón de un bandoneón, un protón
arrabalero del abasto, un mínimo electrón de una bailarina.
Incertidumbre y su principio. Puedo ver como baila pero no sé donde
esta, puedo ver donde está pero no sé cómo baila. La química de
tu danza. ¿Estás o no dentro de la caja? ¿Vivo o muerto? Tu, gato
químico.
De forma errante la danza
sigue. Ella continúa con su movimiento. Sacudiendo sus orejas,
siguiendo a su partener. Bendito su compañero, fuerza natural
arrasadora de pensamientos. Baila con una y baila con todas, no solo
orejonas sino también pequeñas y amarillas del otoño. Maneja el
tempo cual metrónomo. Su cuerpo todo es una orquesta disciplinada
por la batuta. Que bailarín este. A
todos invita, a todos acude. Ahora baila con la bufanda de Antonio,
sacudiéndola de un lado a otro.
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