Me
encontré hoy con una escalera espiralada. Al verla desde arriba me
trajo a la mente la serie de Fibonacci. En verdad la escalera de hoy
no se condice con la espiral dorada de Durero y por lo tanto no se
encuentra dictaminada por el número áureo. Es por esto que la
considero una Pseudo Fibonacci. Ajam, bien, ¿y que es lo que era
Fibonacci? Bueno, la suma consecutiva de números sucesivos
respetando siempre la adición del número actual a su inmediato
anterior constituyen la sucesión o serie de Fibonacci. La adición
consecutiva. La suma de lo actual más el inmediato anterior. ¿No
somos nosotros esto mismo entonces? La suma del yo del inmediato ayer
más el de hoy. La suma del del minuto que acaba de pasar con el del
minuto actual. Una adición constante del uno con el otro pero
consigo mismo. Un cambio constante, o mejor dicho, una adición
constante pero siempre de lo mismo. Un poco más de yo, arriba de ya
más migo mismo. Algo así como un pseudo crecimiento exponencial.
Aunque, más creo que no seamos correctas series de Fibonacci
andantes sino Pseudo Fibonaccis, como la escalera que me crucé hoy.
Al no tratarnos de números es difícil creernos como suma. El yo de
ayer podría estar restando al yo de hoy y al resve también, lo cuál
impediría que nos constituyamos bajo el curioso, preciado e
irracional número áureo. Aún así creo que el resultado final de
nosotros mismos sería un número positivo, es decir el balance de
sumas entre números reales positivos y negativos sería finalmente
mayor a cero, salvo en excepciones en las cuales el pesar negativo
siempre es mayor y por lo tanto terminaría venciendo ¿Qué sucedería en el caso de que sí nos constituyéramos bajo el número
áureo y la adición sea siempre positiva? ¿Nacería, en un número
determinado de la serie, el superhombre de Niezstche? ¿el hombre
nuevo del Marxismo? ¿Nirvana tal vez? ¿Se volvería a nacer
teniendo conocimientos de vidas pasadas? Mucho ruido y pocas nueces.
Mientras, sigamos viviendo nuestra vida de Pseudo Fibonaccis alegre y
apesadumbradamente, caminando por las calles con una sonrisa,
esperando la próxima cachetada que nos baje todos los dientes.
(Aquí les dejo la foto de la escalera que inspiro este escrito, aunque no lo crean la foto la saqué yo mismo)